Sufren los inocentes: la ética de los bloqueos económicos
( Publicado en Revista Creces, Mayo 1999 )

Las sanciones económicas internacionales, a través de los embargos, producen más muertes que beneficios. Los niños son los más afectados.

El mayor hospital de Irak, que atiende a doscientos diabéticos, no les puede realizar los exámenes de glucosa sanguínea, lo que es indispensable para controlar el tratamiento y la evolución de su enfermedad. En Cuba, una medicina efectiva contra ciertos tipos de leucemia infantil, ya no está allí disponible a ningún precio. En Haití, en el año 1992 desapareció la parafina y como consecuencia de ello se produjo una gran epidemia de sarampión. Es que sin parafina, los centros de salud no podían mantener las vacunas refrigeradas.

Ejemplos como estos, que afectan la salud de los países, pueden comprobarse en todas partes y tienen una causa común: "el embargo económico". Yo viví bajo uno de esos embargos (el que se impuso a Nicaragua en la década de los 80), y por lo tanto conozco de primera mano cuán destructivos pueden ser: los alimentos desaparecen de los restaurantes y de los mercados; falla la electricidad y el abastecimiento de agua, desaparecen desde el jabón a las cintas de máquinas de escribir. En los últimos años, con el objeto de identificar a aquellos que sufren a causa de embargos, al mismo tiempo que tratar de contribuir a aliviarlos, he trabajado en organizaciones de ayuda y con los ministerios de salud en países que han estado sujetos a embargos.

Así por ejemplo, en Abril de 1996, viajé a Irak con equipos de profesionales médicos y personal de salud. Allí se habían impuesto sanciones después que el Presidente Saddam Hussein había ordenado la invasión a Kuwait en 1990. Desde entonces, las restricciones al comercio internacional, habían. virtualmente paralizado la economía de Irak, reduciendo el Producto Nacional Bruto, por lo menos en un 75%. Mis colegas y yo, visitamos 24 hospitales Irakies, instituciones que antes habían alcanzado el desarrollo de modernas tecnologías al nivel de países desarrollados. Nosotros planeamos nuestro itinerario y rechazamos traductores Irakies. Así estuvimos seguros que estabamos realmente observando la realidad.

Lo que observamos fue traumático. En todos los hospitales las alcantarillas tenían filtraciones en sus tuberías. Más de la mitad de los equipos de diagnóstico estaban rotos o fuera de servicio. Faltaba ropa, antibióticos y aun jabón, todo lo cual se traducía en incremento de las infecciones postoperatorias. Los suministros eran tan escasos que los médicos se veían obligados a improvisar cosas increíbles: tubos nasogástricos amarrados a guantes de goma se utilizaban en lugar de catéteres urinarios y bolsas. Un médico estaba esperando para operar una pierna quebrada que se extrajera una placa y los tornillos a otro paciente.

"Durante la guerra con Irán, cayeron cientos de bombas, pero... sí hubo muchos heridos, teníamos lo suficiente para tratarlos", nos dijo Mustafá Harith, Director del Hospital Samarra. "Ahora con las sanciones, la gente muere cada día y no tenemos los medios para tratarlas", agregó.


Sanciones económicas

La suspensión del comercio y relaciones financieras afectan en este momento a más de 29 países en el mundo. Algunas veces las sanciones son impuestas por un grupo de países y administradas por Naciones Unidas. Otras veces son impuestas por un solo país, generalmente Estados Unidos, que es el que aplica sanciones unilaterales más que ninguna otra nación. Estas se han impuesto como respuesta a una variabilidad de ofensas, incluyendo la proliferación de armas biológicas, terrorismo, abusos ambientales y violación de derechos humanos.

Con todo, desde el fin de la guerra fría, las sanciones se han aplicado en forma frecuente. Antiguamente, el equilibrio existente de dos grandes superpotencias, había llevado a un cierto acuerdo tácito que limitaba la imposición de sanciones unilaterales. Desde 1990, Naciones Unidas ha instituido sanciones contra 10 naciones, incluyendo Angola, Haití, Irak y Libia. De acuerdo al International Economics en Washington, Estados Unidos en este siglo, ha estado comprometido en 114 sanciones. Un tercio de ellas se han aplicado en la última década.

Una segunda tendencia que se está observando desde el fin de la guerra fría, y como consecuencia de la Guerra de Vietnam, es la reticencia de los americanos para enviar tropas a otros países en conflicto. A cambio de ello, los políticos tienden ahora a favorecer formas de políticas extremas hostiles, que no dependen de la fuerza militar. En esta manera, las sanciones han sido elegidas como el arma preferida.

Las penalidades impuestas por las sanciones, varían dentro de un amplio espectro: pueden ser limitaciones en el comercio de determinados productos, que van desde el trigo a equipos militares, computadores o instrumentos de alta tecnología. Pueden ser también suspensiones de cooperación diplomática o militar, congelamiento de cuentas bancarias, limitaciones en viajes, o prohibición de participación en eventos culturales o deportivos. En ocasiones, como el caso de Irak, ellas son absolutas, cortando todas las importaciones y exportaciones del país.

Como herramientas de presión internacional, se aplican sanciones que intentan alcanzar algún fin político, ahorrándose los costos y destrucciones de una guerra. Las sanciones unilaterales son populares, ya que aplicarlas no tiene costos, con lo que impiden que los políticos intervengan. A menudo, grupos interesados presionan a los líderes para tomar este tipo de acciones, y son muy pocas las voces que se levantan para oponerse a ellas. Como además se hacen excepciones para tomar medidas humanitarias, las hace aparecer como más benévolas.

Pero en mi viaje a Irak pude comprobar que la realidad es muy diferente. Son muchos los hechos y las evidencias que demuestran que los embargos aumentan los sufrimientos y las muertes, especialmente en los más desvalidos. El real impacto es similar o peor a una guerra, pero los más afectados son los civiles.


Los civiles pagan las consecuencias

Desde la Edad media, existen los códigos de justicia militar, que en distintas formas se han elaborado para proteger a la población civil. Pero ahora, en el siglo XX, las cosas están sucediendo al revés. Con el advenimiento de las armas de destrucción masiva, como los gases tóxicos y la guerra aérea, rápidamente se han comenzado a incrementar las muertes de civiles. En la medida que las armas se han hecho más poderosas y con mayor desplazamiento, las víctimas civiles han aumentado mucho más.

Reconociendo este cambio, la convención de Ginebra ha comenzado a preocuparse de los civiles. Antes protegía sólo a los soldados heridos y a los prisioneros de guerra, pero ahora también protege a los civiles. Prohíbe a las naciones invasoras destruir las cosechas, el ganado o el suministro de agua potable. Afirma que durante el conflicto, debe mantenerse a la población civil el suministro de medicinas, alimentos y otras ayudas humanitarias. Especifica, además, que los trabajadores que están en estas tareas, no deben ser atacados. Los niños deben recibir especial protección. El asesinato, la tortura y la toma de rehenes están prohibidos.

A pesar de las convenciones y otros esfuerzos para proteger a los civiles, las muertes de ellos son superiores a las de los militares. Durante la Primera Guerra Mundial y en las guerras anteriores, menos del 20% de las muertes correspondían a civiles. Esta cifra se elevó al 67% durante la Segunda Guerra Mundial. Ahora, durante los actuales conflictos, como los de Bosnia, Liberia y Sudan, las muertes de civiles se han elevado al 90%.

Con las sanciones económicas, la tendencia es aún mayor. Prácticamente todas las muertes que se producen como consecuencia de los embargos corresponden a civiles. Parece una ironía que, mientras internacionalmente se reconoce que en una guerra tiene que protegerse a los no combatientes, los países que aplican las sanciones (aparentemente menos violentas) logran exactamente lo opuesto. Las excepciones humanitarias, que habitualmente se dejan caer como palabras en el lenguaje de las sanciones, muy raramente se implementan. Más de la mitad de los productos farmacéuticos que se han desarrollado en los últimos 20 años, se producen sólo por compañías americanas. Es por ello que desde 1992, ninguno de ellos está disponible para Cuba.

Pero aun cuando las excepciones humanitarias se implementan, no sirven de mucho, ya que los embargos afectan también a los alimentos y medicinas. Las importaciones se dificultan, e incluso las compañías extranjeras contribuyen a ello, aunque no se les ha pedido. Ello debido a las dificultades burocráticas. Pero lo que es más importante, las naciones castigadas, no disponen de dinero para pagar las importaciones de alimentos y medicinas.

Otro problema es que aun cuando las excepciones humanitarias se administren, éstas se aplican caprichosamente. Los políticos del país que impone el embargo, toman decisiones que pueden producir impactos devastadores en la salud pública. Ellos deciden qué productos pueden importarse, y cuáles están prohibidos, pero por falta de experiencia y conocimiento, producen efectos colaterales que no se habían imaginado. Tal es el caso de las vacunas en Haití, que si están permitidas, pero al prohibir la importación de parafina, éstas se echaron a perder, al mantenerse fuera de refrigeración. El grafito, está en las listas de materiales prohibidos para Irak, ya que se puede usar para fabricar bombas atómicas, pero esto equivale también a prohibir la importación de lápices. La realidad es que es más fácil para Irak contrabandear el grafito para las bombas, pero los niños en las escuelas se quedan sin lápices.


Las muertes y sufrimientos debidos a los embargos

Es difícil disponer de una información adecuada acerca del efecto de las sanciones. Las alteraciones sociales, antes y durante los embargos en Haití e Irak, no sólo han debilitado a los sistemas de salud, sino que además afectan el reportaje de las estadísticas vitales. Cuando yo viajé a esos países como investigador, trabajé con los datos tomados de los ministerios de salud locales, quienes me suministraron abiertamente la información que poseían. Encontré que en el caso de Irak, los datos eran muy incompletos, ya fuera porque los médicos u hospitales no reportaban las estadísticas, o porque los datos no habían sido adecuadamente tratados. Por el contrario, para los cubanos, los datos son de primera prioridad y los monitores internacionales los consideran fiables. Pero algunas veces se encuentran errores de computación, o lo que es más desalentador, distorsiones intencionadas de ellos.

Afortunadamente, los gobiernos no son la única fuente de información. A esos países sancionados frecuentemente viajan equipos patrocinados por Naciones Unidas, organizaciones de ayuda y universidades, que recolectan información independiente. Así por ejemplo, observadores independientes en Irak (UNICEF y grupos de la Universidad de Harvard) han hecho evaluaciones nutricionales desde 1990.

¿Qué es lo que ellos buscan? Desnutrición entre los niños, contaminaciones del suministro de agua o el número de casos de sarampión. También se contabilizan las muertes, pero aun así, estos datos no nos cuentan toda la historia. Muchas de las personas que sufren un embargo, no mueren, sin embargo la acumulación de privaciones les daña grandemente la salud. Por ejemplo, las personas pierden su trabajo, es frecuente que se desplacen desde la ciudad a áreas rurales para unirse a familiares, que a su vez viven de una agricultura de subsistencia. La consecuencia final es el hacinamiento y falta de condiciones sanitarias, todo lo cual lleva al desarrollo de enfermedades infecciosas y desnutrición. Otras veces las personas se ven obligadas a gastar mucho tiempo fuera del hogar para obtener algún dinero que les permita sobrevivir. Con ello dejan sin cuidado a sus niños, con lo que se acrecienta el riesgo.

Otro indicador de las condiciones de vida es la asistencia regular de los niños a la escuela. Si ellos no van a éstas, probablemente están trabajando. En países como Haití, muy a menudo pasan a ser sirvientes domésticos. En Irak, el número de niños que asisten regularmente a la escuela, ha disminuido del 90 al 70%.

En la fig. 1, hay un análisis comparativo, antes y después de los embargos, en tres países: Cuba, que ha estado bajo el embargo de los Estados Unidos desde 1960, pero que ha tenido el más grave efecto después del colapso de la ex Unión Soviética en 1989, y aún más después del agravamiento del embargo a partir de 1992; Haití, que estuvo bajo sanciones internacionales entre 1991 a 1994; e Irak.

Los que más sufren por estas sanciones son los niños menores de cinco años, los ancianos, los que padecen de enfermedades crónicas y las mujeres embarazadas. El embarazo es el período en que más daño se produce. Cuando escasean las medicinas y los alimentos, sufren especialmente las madres embarazadas, ya que durante ese período aumentan los requerimientos nutritivos. Se incrementan los nacimientos de niños con bajo peso, con deficiencias nutricionales varias, aumentan las infecciones y el riesgo postnatal y el estrés.

En Irak, de acuerdo con mis análisis independientes de informaciones recogidas por varias agencias de Naciones Unidas, durante el período de 1990 a 1997, las sanciones produjeron la muerte de 200.000 niños menores de cinco años. Como el gobierno Iraki afirma, es probable que como consecuencia del embargo, también se hayan producido muchas muertes en adultos. Al respecto no hay información independiente disponible como para verificar estos datos, pero en todo caso, el número total de muertes de soldados y civiles ocurridas durante la Guerra del Golfo fue de alrededor de 60.000. Ello es bastante menos que las muertes que ocurrieron allí a consecuencia de las sanciones.

En Cuba, de acuerdo a la recolección de información durante mi visita a la Habana, entre los años 1989 y 1993, los nacimientos de bajo peso se elevaron de 7.3% a 9% volviendo a las estadísticas que se habían visto 10 años antes. Del mismo modo, aumentó notablemente el número de mujeres embarazadas con anemia y las con incremento inadecuado de peso. Durante las sanciones, tanto en Cuba, como en Haití e Irak, aumentó también la mortalidad materna.

Contrariamente a lo esperado, hubo un segmento de la población que no se vio afectada: los lactantes, que mantuvieron sus tasas de mortalidad. Puede ser que las madres protegen a los lactantes a través de la alimentación al pecho, o reciben leche u otros alimentos preferencialmente, en los que tienen el cuidado de prepararlos con agua hervida. El hecho es que ni en Cuba ni en Haití, se incrementó la mortalidad infantil (mortalidad de los menores de un año). En cambio sí se incrementó en Irak.

Aquellos países que dependen en gran medida de la importación de alimentos son los más afectados durante los embargos. En la década del 80, Cuba importaba el 50% de las calorías necesarias e Irak el 70%. En Cuba, la reducción en la importación de alimentos, junto a la del petróleo, hizo disminuir en un 55% la producción de leche. Antes todos los niños menores de 13 años, tanto en los jardines infantiles, como en las escuelas, recibían diariamente un vaso de leche. Ahora, sólo lo reciben los niños menores de seis años.

Cuando los suministros disminuyen, cambia el perfil de las enfermedades y se restringe la asistencia médica. Los médicos cubanos han tenido que adaptarse concentrando los esfuerzos en medidas preventivas simples, en desmedro de los procedimientos diagnósticos y curativos. En Irak, la adaptación no ha sido tan notable. Antes del embargo, la mayor parte de los problemas nutricionales en Irak estaban relacionados con la obesidad. Ahora, un tercio de los niños menores de cinco años, presenta una desnutrición crónica. Después de décadas, otra vez la diarrea ha surgido como la mayor causa de muerte en los niños. Durante mi visita en 1996, encontré que los médicos jóvenes no estaban preparados para enfrentar esta patología del tercer mundo (desnutrición, difteria, cólera, enfermedades infecciosas etc.). Para ellos, todo esto era una nueva patología. Un antiguo médico de Irak me dijo: "todo es como cuando yo recién me recibí en los años 40".


¿Las sanciones cumplen los objetivos?

Los que se oponen a las sanciones afirman que éstas raramente cumplen los objetivos. En Haití, por ejemplo, los miembros del gobierno al que se pretendía castigar, se beneficiaron de él aprovechando una buena tajada del mercado negro de las importaciones. Los líderes del golpe, que habían derrocado al Presidente Jean-Bertrand Arisde, democráticamente electo, no abandonaron el poder, hasta que Estados Unidos estuvo listo para iniciar la invasión.

Muchos críticos afirman que en general las sanciones tienen efectos contra producentes. Estas, más que estimular a las personas que permanece bajo regímenes despóticos para que se revelen, sólo consiguen que ellos vean a las naciones que imponen los embargos como sus enemigos y terminan respaldando a sus líderes. Lo que es más irónico, las sanciones dirigidas contra éstos y las clases gobernantes, terminan incrementando la estabilidad y el poder de ellos.

Lo desafortunado es que los daños que las sanciones producen son peores que los de la guerra, aunque aparentemente sean más benignos. Las acciones para los derechos humanos y de los niños, se aplican en tiempos de guerra, con lo que resulta que los civiles durante los embargos están menos protegidos que durante los tiempos de guerra.

Evidentemente que no es ético violar la salud y el bienestar de toda una nación como un método para conseguir un cambio de un líder político. En el nuevo orden internacional ha ido ganando terreno la condena del genocidio y otras violaciones de los derechos humanos. Ellos se deberían extender para proteger a las personas que les ha tocado vivir durante los embargos económicos. Mientras tanto, no cambien las leyes internacionales y la práctica común, las sanciones continuarán causando la muerte de muchos inocentes, como también las violaciones de sus derechos humanos.



Richard Garfield,

Profesor, School of Nursing,
Universidad de Columbia en Nueva York.

Extractado del artículo aparecido en
The Sciences, Enero - Febrero 1999, pág. 19.


0 Respuestas

Deje una respuesta

Su dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados.*

Buscar



Recibe los artículos en tu correo.

Le enviaremos las últimas noticias directamente en su bandeja de entrada